Tuesday, July 15, 2008
Sunday, October 01, 2006
Historia de Reinicio Saravia, el TAMAL peregrino
Esta es la historia de un tamal jujeño que decidió emprender el largo viaje para conocer la gran ciudad, Buenos Aires, la Faraona de la Pirita, falso oro del alto Perú.
Al llegar y pisar caca de perro se dijo para sus suculentos adentros "a la final, esto es igual que en el pago, chango", pero un muy apurado señor con dientes de conejo y reloj protuberante Rolex paraguayo, se lo llevó puesto, no le pidió disculpas y le dijo que pararse ahí "tá mal".
Reinicio entonces no tardó en comprender que en el hacinamiento urbano las identidades anónimas permiten todo tipo de atropello y tropelías, y se preguntó si la superioridad moral de su comarca última, la megalópolis "Mecojíun Cuatí", no se debería a la estrechez y a que si algo faltaba lo tuvo que haber robado uno de los cuatro o cinco paisanos,a no ser que el Malino se estuviera maliciando algo sin iestro, como la luz mala que baja las tensiónes.
Estanislao Cayote, un quesillo de cabra nacido y criado en Salta, salta, salta, salta y sobresalta pero que por trabajo de había venido al Conurbano, lo ayudó a levantarse y se transformó de allí en más en su queso fiel escudero.
Muy pronto Reinicio y Estanislao (que era del Campo) se infiltraron en el jardín de Pichina Porota García, que de joven supo ser una sirena pero ahora se había convertido en toda una ballena en alpargatas. Allí el perrito Palermo (una cruza de mastín napolitano y chihuaha ovejero) olisqueó algo extraño, pero Pichina tuvo que ir a abrir la puerta de su casilla de Aldo Bonzi y no le llegó a prestar atención.
-Soy ió, Flol de Loto-dijo su vecina taiwanesa Anahí Flor de Rotho-vengo a que me convide una tacita de losa de aloz.
La obesa señora empezó a buscar en la alacena y la despensa, mientras Reinicio asomaba la ristra para descubrir a la mascota que secundaba a la extravagante japonesa Rotho: se trataba nada menos que de una formoseña tamala achinada cuya despampanante hermosura que robaba el aliento, y a la cual daban ganas de comersela cruda a besos IPSO FACTO. Nuestro héroe tamal nunca había visto una tamala tan bella agraciada infartante escultural y deliciosa en su perra vida rastrera y ardía en picantes deseos de cubrirla con su rubicunda piel de maiz y de lamer extasiado su tierna carne regional. Pensó incluso en trasladarse de forma permanente a Hong-Kong para nunca más volver a ver a sus allegados y amigos de toda la vida, Oscar de la Olla, Alba Cafresca, el tenedor de bonos italiano Giuseppe-que tenía pasta de escritor, la remera de Gi&Jo que en realidad no le importaba ahora un Cara&Jo y Abraham, el porquerizo guardián. ¿Serán todas las chinas tan infartantes?, se preguntaba, y al hacerlo las especias que lo sazonaban cual gorriones que se arremolinan en pos de las buenas migas golpeteaban fuertemente contra su cáscara.
Ni lerdo ni siempre perezoso, Reinicio saltó a la taza de arroz doble carolina tipo ooo yamani sin temor a llenarse de granos y pensando sólo en hacer cosas pa'ella.
Una vez en la casita de té de papel de la asiática con ciática, Reinicio esquivó al temible gato Suller y se acercó al baño en el que la tamala se estaba pegando una impostergable ducha. ¿Cuál será el nombre de esta extraordinaria criatura? se preguntaba mientras se repetía "tengo que hacer la mía" o "tengo que hacerla mía" o algo así.
En ese momento Flor gritó: -Apulate Tamala que se va a a il todo el awa- y Reincio repitió su nobre como un poseso cual si se tratara de un sortilegio prodigioso: TAMARA.
Sin tiempo que perder irrumpió en el excusado y descorriendo el velo de la cortina de baño, le introdujo un jabón en la boca y le dijo: -Yo te protegeré, Tamara, tu dueña quiere almorzarte pasado mañana, por favor no grites, confía en mí. Pero al retirarle el jabón, del susto la tamala comenzó a proferir aullidos y graznidos a cual más cargado de decibeles de triple hectopascal infinito punto mil en la Scala de Richter y de la excitación los granos de choclo tenían el tamaño de monedas de veinticinco centavos centígrados.
Alertada por el ruido, Suller intentó rasgar la intimidad de los dos tórtolos inminentes, pero su temor al agua le impedía acercarse y la tamala atribuyendo el rasgo circunstancial a la astucia de su festejante consideró que nunca había visto a un tamal tan desenvuelto, máxime por el hecho de que Reinicio se había despojado de su chala, dejando a la vista su ardiente relleno abundante.
Tras un breve intercambio de innecesarias palabras inerciales, Saravia, no pudiendo contenerse más le preguntó: -Tamara preciosa, ¿aceptas casarte conmigo?.
La orientala desorientada bajó ruborizada su cabeza, pero al contemplar el panorama de su futuro gritó llena de alegría babeante desbordada: -¡Sí!¡Por Onganía!¡Aceptamos, aceptamos, claro que aceptamos!.
El plural de la conjugación verbal en la rección concordante despabiló la atención del erguido príncipe y la tamala le explicó que ella no estaba sola: -Vivo con mis siete tamalitos enanos que duermen en mi camita y se comen mi comidita.
Recordando que en su Guanaco Capado natal estaban por dar "Ahijuna, los Zimpsons", Reinicio dijo que tenía un apuro de padre y señor nuestro y que se tenía que ir volando, porque aunque los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, los yogures y los alimentos perecederos tenían que aprovechar caaada precioso instante, antes de la señalada hora de la fecha del vencimiento para tener una vida útil.
Y colorín se puso colorado, esta fábula gastroculinaria se ha acabado.
Moraleja:Con el tiempo el amor puede volverse re-amor o la pulsión re-pulsión... Stay in the place where you live, no salgas de tu casa!
Tuesday, June 20, 2006
El caballo liberado
En un campo lejano vivia un caballo (de un circo). El domador era muy malo, obligaba a los caballos a saltar en aros de fuego, a los delfines dar vueltas al estanque veinte veces y a los leones a comer tanto hasta hacerlos casi explotar. Un día, el domador quiso hacer ¡el acto más fantástico del mundo! El acto era así: los leones se pararían todos solo sobre una pelota de fútbol, en un pie; los delfines tendrían que saltar treinta aros de fuego mientras daban vueltas al estanque y por último los caballos se quedarían sin hacer nada. Los payasos y domadores del circo se preguntaron
-¡Cómo puede ser!
-¿Cómo todos van a poder hacer un acto pero los caballos no?
El domador respondió con estas palabras
-No hay ningún acto para los caballos -aunque no lo decía levantando mucho la voz.
Los domadores respondieron
-Cierto.
Y los payasos dijeron esto
-Entonces podríamos echar a los caballos
-¡Oh, no! -dijo el domador-. Si los echara perdería mucha plata en lo que he gastado para tener esos caballos.
-Entonces podemos disfrazar a los caballos de animales que puedan hacer más trucos.
Todos estaban de acuerdo. Disfrazarían a los caballos de otros animales. A los caballos blancos los disfrazarían de canguros y los harían saltar por todo el escenario cuarenta veces. A los caballos negros los disfrazarían de burros y por último, quedaba un caballo. ¿Qué haría ese caballo?, se preguntaban todos los miembros del circo. Los domadores habían decidido dejarlo en libertad.
-No -decían los payasos.
-No es decisión suya -dijo el domador.
Así, lo dejaron en libertad.
El acto se arruinó, el público se dio cuenta que los animales disfrazados eran caballos. Los caballos terminaron muy humillados, corriendo destruyendo todo el circo. Todos los caballos se humillaron menos uno. El que nunca se quejó, fue fiel y solo por eso lo dejaron en su justa libertad.
Wednesday, March 22, 2006
La caída de porque sí el malvado emperador
(retransmisión de memoria de un cuento que me contaron en la escuela)
Había una vez un rey que había fallecido y apenas el padre falleció el hijo tomó el mando del pueblo. Su primer ordenanza fue decretada en plaza pública. La ley decía: todos los árboles de frutas que sean plantados deberán dárselos al rey de inmediato. Con ellos, el emperador hizo unos deliciosos caramelos. Hasta que los árboles fueron muriendo poco a poco porque no los dejaban crecer. El rey hizo su segunda ordenanza. Fue decretada en plaza pública. La ordenanza decía: "todos los niños deberán entregar carcajadas al emperador". Los soldados llevaban una gran bolsa en la cual los niños debían poner sus risas. Con esas risas se formó una mermelada de carcajadas mucho más rica que los anteriores dulces.
El rey hizo un gran banquete. Los chicos estaban cansados de reírse y no reían más. Entonces el rey puso su tercera ordenanza. La decretaron en plaza pública. La órden decía: "aquel niño que no ponga risas, será castigado severamente.
Los niños de tanto miedo imitaban un sonido muy parecido a la risa. Los soldados sin distinguir los agarraron y los dulces salieron amargos, salados y muy horribles. El rey formó un gran ejército y fue a robarle todas las risas a todos los niños del mundo. Entonces los ciudadanos de tan enojados que estaban, se enfrentaron contra él. Los ciudadanos de tan felices que estaban de poder enfrentarse contra él, hicieron una fiesta.
Entonces la fiesta de todas las risas y diversión espumaba un olor exquisito que atrajo al rey. Y cuando el rey iba a atrapar a todos los ciudadanos para sacarles las risas...se cayó de un dolor de estómago y nunca más se pudo levantar.
FIN